Una mirada atrás antes de iniciar una nueva época.

 

Se dan circunstancias que me hacen mirar atrás, a mi carrera al completo. He pasado por muchos barcos a lo largo de ella, y me apetece hablar un poco de todos ellos, enumerándolos. Agárrense los machos, que viene rollo largo.


El primero de ellos fue el ITXAS EDER. Barco viejo, obsoleto ya entonces. Pescaba muy poco, en parte porque el barco era un desastre, en parte porque no había un equipo humano competente. En ese barco viví algunas cosas que hoy día veo como absurdas (el armador despidiendo al patrón delante de toda la tripulación, el cocinero pegándose a hostias con el camarero, el armador discutiendo a gritos con un tripulante que había pedido el finiquito para irse y no volver). Con ese ambiente es lógico que allí hubiese demasiada gente que hacía su 1ª campaña, y la última. El que valía, se iba. Yo no era entonces un tripulante competente, pero tampoco hice una segunda campaña. Así pues, volé, y volé muy lejos.


Concretamente, volé al Pacífico, a Ecuador. Allí embarqué en el ISABEL V. Era un barco construido en una época en la que la pesca del atún estaba cambiando, metiendo tecnología cada vez más compleja. No era un buen barco, aunque si lo comparamos con el Itxas Eder, era una maravilla. Sin embargo, tenía algunas taras causadas por aquella construcción que quiso ser innovadora en su época de construcción. Había algunos detalles que hacían que fuese un buen barco para aprender, porque veías allí todo tipo de averías que en cualquier otro barco serían impensables, pero allí, las veías. Además, había una tripulación a la que le gustaba enseñar, allí tuve a dos de los jefes de máquinas que más me han enseñado a lo largo de mi carrera. Sin embargo, no era un barco que pescara demasiado, y aunque fue un barco en el que estaba muy a gusto con la
tripulación, pedí, en la propia empresa, cambio de barco. Lo hice tras 5 años allí. Por cierto, el Isabel 5 sigue trabajando aún hoy, en otra empresa pero en el mismo océano. En la actualidad se llama Martina C.



Me pasaron a otro barco, el ISABEL TUNA. Ahí sí que pescábamos bastante mejor. Era un buen barco en aquella época, pescaba bastante bien (teniendo en cuenta la media de la empresa), y era muy cómodo. Hoy día se llama San Andrés. Pero os voy a dar un consejo: Nunca trabajéis con familia, si podéis evitarlo. Yo tenía un familiar a bordo de aquel barco y, como decían en Galicia, nunca mais. Jamás. Bajo ningún concepto. No fue una buena experiencia en lo personal aunque, a pesar de todo, siento mucho cariño por aquel familiar. Sin embargo, no fue por eso por lo que dejé de trabajar en ese barco.


La empresa empezó a movernos a todos los engrasadores de barco a barco, de una forma un tanto extraña y contraproducente para el buen funcionamiento de los barcos, ya que siempre éramos nuevos en nuestros puestos de trabajo. Así pues, me tocó salir de aquel barco en el que estaba ganando bastante bien (recordad que cobramos por tonelada pescada, no por días de mar). Empecé a saltar de barco a barco, y mi siguiente puesto de trabajo fue el CHARO, que anteriormente se llamó Tungui. Posiblemente fue uno de los barcos en los que más a gusto estuve, pescábamos razonablemente bien, y tenía unos compañeros de trabajo excepcionales. El Charo sigue trabajando en la misma zona y con el mismo nombre. Pero la empresa nos seguía rotando de barco a barco, por lo que de nuevo cambié otra vez de barco.


Demasiado pronto, me pasaron a otro barco más problemático, EL ALMIRANTE. Se había llamado Montefrisa 7 en su día, y era un barco con muchos problemas de mantenimiento causados por el maltrato que había sufrido a lo largo de su historia. Mis ingresos habían bajado casi a la mitad, ya que el barco no pescaba gran cosa a pesar de tener una tripulación bastante competente. En ésta época me planteé que debía estudiar y dejar de ser engrasador para intentar ascender laboralmente. Estaba a gusto con aquella tripulación, pero no se vive de estar a gusto. Y la cosa empeoró cuando, tras varias escalas cortas, me volvieron a llevar al Isabel V, el barco en el que menos cobraba porque era el que menos pescaba. Decidí que ya me llegaba como experiencia y que debía volver a volar. Mi nuevo destino estaba mucho más cerca.



Tan cerca, que iba a mi puesto de trabajo en autobús. Concretamente, mi destino era Alicante. Allí estaba la SALVAMAR POLARIS. Fueron apenas unos meses, pero muy intensos. Me arrepiento de muchas cosas a lo largo de mi vida, pero nunca de haber ido a Salvamento Marítimo. No sé si en la empresa habrá aún alguien de los que fueron entonces mis compañeros, supongo que la mayoría estarán ya jubilados. Me tocó muy buena gente y fue una experiencia inolvidable, y creo que aprendí mucho, pero más desde un punto de vista humano que desde el laboral. No suelo hablar demasiado de ello, pero es porque siento una cierta vergüenza de haber estado allí y haberlo dejado para ir a un trabajo que acabó siendo peor. Me siento un tanto culpable, porque le hice una faena a algunas personas, pero se dieron unas circunstancias familiares que me obligaron a dejar la empresa. Una pena, porque ya tenía apalabrado el traslado a la Salvamar Castor, en Port de la Selva, (Girona), pueblo que conocí y me gustó mucho, creo que me hubiera gustado trabajar allí. Pero apenas estuve en Cataluña unos pocos días, tuve que irme y mi nuevo destino era, de nuevo, un pesquero, concretamente, un cañero.


El cañero del que hablo trabajaba en Mauritania, y tenía Dakar, en Senegal, como puerto base. Su nombre era ALMIKE. Fue uno de los mayores errores de mi carrera laboral. El barco era un desastre absoluto, no era un barco construido para ser un cañero y no tenía ni la construcción ni las características de ningún tipo para cumplir esa función. Además la empresa también era un absoluto desastre. Cualquier pedido que hiciera era un drama, la política de personal era demencial y tampoco yo estaba preparado para ser el jefe de máquinas de un barco tan complicado en muchos aspectos. Fue un enorme error. El barco nació como bacaladero, fue mercante para traslado de marisco vivo, luego un narco-barco, después un cañero y acabó sus días hundiéndose durante su viaje como superpatera. Pero para entonces, yo ya había volado. Efectivamente, tras varios problemas mal resueltos y diferentes enfrentamientos con uno de los armadores (y con un patrón), dejé la empresa justo a tiempo: Apenas unos meses después el barco “se hundió”. Yo no voy a decir que lo hundieran de forma premeditada.



Por primera vez, iba al Índico. Mi nuevo puesto de trabajo fue el TXORI URDIN. Un barco antiguo pero que había sido muy bien construido, era muy marinero y no pescaba demasiado, pero siempre salvaba la campaña. Fue una buena época, conocí a grandes compañeros que aún hoy siguen siendo amigos, gente con la que aún quedo de vez en cuando para cenar y tomar medio millón de cervezas. Grandes compañeros que me apoyaron en momentos complicados. El barco en si era conocido como el primer submarino de pesca. Era muy pequeño comparado con la mayor parte de la flota del Índico, y además tenia muy poco francobordo, pero estaba muy bien hecho. Barco duro donde los hubiera. Pero se dieron circunstancias personales que hicieron que dejase la mar durante un año, trabajé en tierra de forma legal por primera y única vez en mi vida (antes de empezar a navegar había tenido trabajillos en negro, ya sabéis, la puta hostelería)



Fue en una papelera, y mediante una ETT, no fue una experiencia muy memorable a pesar de tener, en general, buenos compañeros de trabajo, pero las condiciones no eran buenas en absoluto. Volví a la mar, en la misma empresa en la que había estado la última vez. El barco era gemelo del Txori Urdin, se llamaba TXORI EDER. En la foto se puede ver en una foto antigua, ya que cuando yo lo conocí había sido muy modificado respecto a esa foto. Era, como digo, gemelo del Txori Urdin, y todo lo que he dicho de aquel se puede aplicar a éste. La tripulación también era de primera división, más allá del hecho de que algunos de ellos ya eran amigos míos antes de coincidir allí. En lo profesional, y con alguna salvedad muy destacable, grandes compañeros, y en lo personal, con la misma salvedad, grandes amigos. Pero me tocó hacer algo que nunca había hecho antes, y que nunca me ha tocado después. Subimos el barco cargado de pescado a Riveira, donde descargamos, y luego a Santander. Allí quedó, en un astillero donde fue desguazado. La empresa iba a recolocarnos en otros barcos, pero yo no estaba de acuerdo con mi nuevo destino, ya que me mandaban a un barco que no pescaba suficiente. Así pues, volví a volar, y mi nuevo destino fue un nuevo error.



El barco se llamaba, y se sigue llamando PLAYA DE ANZORAS. A toro pasado, debería haberme quedado donde estaba, el cambio fue a peor sobre todo en lo personal, pero también en lo laboral. Ojo, no voy a decir que toda la culpa fuese de la empresa. No lo fue. La empresa tenía muchas cosas que a mí no me gustaban ni me gustan, pero tampoco yo entré con buen pie en ella. Cometí errores graves, tanto en lo laboral como en lo personal. No debería haber reaccionado como lo hice ante algunos problemas a bordo. No debería haber hecho las cosas como las hice en lo laboral, actué mal en demasiadas ocasiones, y no debería haber confiado en personas en las que confié, en lo personal. El hecho es que mi presencia en esa empresa no era sostenible. Volví a volar.



Así llegué a mi última empresa, pero no a mi último barco. Mi primer barco en esta empresa fue el ALBACORA 15, un barco también bastante antiguo, pero muy bien mantenido y en un estado razonablemente bueno. Y en lo personal, inolvidable. Fueron años muy buenos en lo personal, y bastante buenos en lo laboral. Si, podríamos haber pescado más, pero tampoco fue nunca un desastre. En lo personal, yo no cambio nada, ni tan siquiera los errores. Pero la vida avanza, y se dieron circunstancias que hicieron que aceptase una oferta para sacar un barco nuevo, un tipo de barco que nunca me había tocado tripular. Se trataba de un macicero, y yo sería parte de su primera tripulación.



Ese macicero se llama HAIZEA SEI. Lo sacamos de Vigo, del astillero Armón, y lo llevamos a Seychelles, pasando por Suez. Fue la única vez que me tocó sacar un barco nuevo, y la experiencia fue enriquecedora en lo laboral. En lo personal, fue algo que me gustó vivir. Además, así conocí bastante el barrio de Bouzas, en Vigo. Y tengo que decir que me gustó ese ambientillo de barrio obrero y con vida. Ojalá dure mucho. El barco en si, pues es pequeño e incómodo, tiene demasiada estabilidad. Pero eso es algo que ya sabíamos antes de llegar siquiera a él, su construcción es efectiva para trabaja en lo suyo pero no está pensado en la comodidad. Vamos, que se mueve una burrada hasta en calma chicha. Pero yo estaba a gusto. La empresa tomó una decisión en la que yo no tomé parte. Cambiaron a toda la tripulación de barco, a otro macicero casi gemelo del Haizea Sei, pero anterior en la construcción.




Y, hasta hace unas semanas, ese era mi barco, el HAIZEA HIRU. Y he de decir que también ha sido un placer. El barco es muy similar al Haizea Sei, el casco es idéntico pero sin bulbo, y el motor principal es más pequeño, de bastante menos potencia. Por lo demás, apenas hay pequeñas diferencias. La tripulación que queda es buena tripulación. He estado muy a gusto con todos ellos. Por supuesto, todos somos diferentes y siempre hay pequeños roces, pero en ese barco, y con esa gente, no van las cosas a mayores.


Pero la vida avanza. Los años pasan. Llevo años diciendo que hay un único aliciente para seguir trabajando en la mar, y que no es el sueldo, no es viajar, no es todo eso que la gente que no lo conoce cree que apreciaría. Es el coeficiente reductor.


El coeficiente reductor es un coeficiente que se aplica a determinadas profesiones que se consideran especialmente penosas y/o peligrosas. Se trata de que cada año trabajado en una de esas profesiones te adelanta un tanto la jubilación. Eso significa que tras tantos barcos y tantos compañeros de trabajo, mi carrera como marino ha llegado a su fin. Durante mi primera campaña, mientras navegaba en el Itxas eder, falleció mi abuelo. Durante mis últimas vacaciones falleció mi madre. Entre ambas despedidas ha pasado la mayor parte de mi vida. Parece mentira que haya llegado este momento, y supongo que habrá veces que echaré de menos navegar, pero hay que dejar paso a las nuevas generaciones. Les toca a ellos vivir sus experiencias. A quien sea mi sustituto a bordo, que no sé quien será, le deseo la mejor de las suertes. Ojalá le vaya todo de cine, a él y a todos los compañeros que allí quedan. Ojalá la deriva que va cogiendo el mundo de la pesca cambie, y tengan trabajo para muchos años. Ojalá las cosas se reconduzcan, y la pesca siga creando puestos de trabajo durante muchos años, y que sean puestos de trabajo de calidad. La gente que está allí se lo merece.




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