El naufragio del Doña Paz, el mayor en número de víctimas en tiempo de paz.

Hace ya algún tiempo, cuando aún me movía por twitter - mordor, hice un hilo sobre el mayor naufragio de la historia por número de víctimas, el del Wilhelm Gustloff.  Siempre me ha resultado curioso que todo el mundo conociese el caso del titanic, y casi nadie el de otros naufragios mucho peores. El del Titanic ni siquiera fue uno de los 20 más mortíferos de la historia (fue el 21). Si tenemos en cuenta únicamente los naufragios sucedidos en tiempo de paz, sin acciones de guerra de por medio, el Titanic fue el 6º más mortífero. Me cuesta entender por qué es tan conocido y tan poco, por ejemplo, el caso del Doña Paz. 

20 de diciembre de 1987. El “Doña Paz” navega de Tacoblan hacia Manila. Se trataba de un ferry mixto, de carga y pasaje, que había sido construido en 1963 en Japón, en el astillero Onomichi Zosen. Su nombre era, cuando se botó, Himeyuri Maru. Se trataba de un buque con capacidad teórica para 1518 pasajeros y 66 tripulantes en sus 931 metros de eslora y 13,6 metros de manga.  

Tras 12 años navegando principalmente en aguas interiores japonesas, fue vendido en 1975 a la Sulpicio Lines, empresa filipina con sede en Cebu que manejaba, principalmente, barcos de pasaje. Los filipinos renombraron el barco como “Don Sulpicio”. En 1979 sufrió un incendio en ruta de Manila hacia Cebú. La tripulación y el pasaje fueron rescatados sin daños, pero el barco encalló y sufrió graves daños, por lo que fue declarado en pérdida total. 

Sin embargo, la compañía lo recompró a la aseguradora y lo reconstruyó, renombrándolo como “Doña Paz”. Era, en ese momento, su buque insignia, junto a su gemelo, el “Doña Marilyn”. Como ya he dicho, su capacidad era de 1518 pasajeros y 66 tripulantes, 1584 personas en total. Sin embargo, a bordo iba muchísima más gente. De hecho, ni tan siquiera hay una cifra exacta y fiable de cuanta gente iba a bordo ese 20 de diciembre, en el que tanta gente volvía a sus casas para pasar la vacaciones de navidad. Tengamos en cuenta que, por un lado, los niños y los militares no pagaban billete, y no aparecían en la lista. Además, toda la gente a la que los trabajadores de la compañía dejaba entrar de estrangis, tampoco estaban en lista de pasajeros ni pagaban, al menos a la compañía. Se calcula que había al menos 2000 pasajeros no registrados. 

Además, las medidas de seguridad a bordo dejaban bastante que desear. Por supuesto, no había ni balsas ni chalecos suficientes para toda la gente que había a bordo pero es que, además, los chalecos que había a bordo estaban metidos en armarios cerrados con llave. La tripulación no realizaba simulacros de incendio, ni de abandono de buque, ni de ninguna emergencia de las que se pueden dar en una travesía, mucho menos aún las hacían con los pasajeros, lo cual se supone que es obligatorio en rutas de más de un día. (SOLAS, regla 19-2.2) Tampoco se cumplían las condicione
s mínimas de control de la navegación. De hecho, a las 10 de la noche de ese día, el puente estaba ocupado por una única persona, la cual no era un oficial de puente, sino un simple alumno. La seguridad de las más de 4000 personas que iban a bordo estaba en manos de un chaval que aún estaba aprendiendo para poder ser un tripulante de pleno derecho algún día. En cuanto a los oficiales que debían estar allí, pues no estaban. Al parecer, había una pequeña fiesta en la sala recreativa de la tripulación, oyéndose las risas y la música desde el exterior. El capitán, Eusebio Nazareno, tampoco estaba presente en el puente; estaba viendo una película en su camarote. Las condiciones en las que estaba el barco tampoco eran las mejores. De hecho, ni tan siquiera funcionaba una sola emisora de VHF a bordo. 

Mientras el Doña Paz navegaba de Tacloban hacia Manila, otro barco, un pequeño petrolero llamado Vector, navegaba de Bataan hacia Masbate. Tampoco este barco estaba en las condiciones ideales. Por un lado, y en curiosa coincidencia, tampoco en el Vector funcionaba ninguna radio VHF. Además, tenía problemas de timón, siendo necesarias dos personas para poder maniobrar, lo que hacía que navegara sin un rumbo fiable, haciendo eses. El capitán de ese barco, cargado de aproximadamente un millón de litros de gasolina, no tenía una licencia válida para poder llevarlo. ¿Hay muchos barcos en la mar navegando en esas condiciones? Pues más de los que la gente cree. Incluso hoy. 

El caso es que se juntaron el hambre y las ganas de comer, y pasó lo que tenía que pasar. Impacto directo, incendio y gran bola de fuego. Nadie dirigió el abandono del buque, y los pasajeros se tuvieron que echar al mar, que ardía con la
gasolina derramada. Rodeados de cadáveres quemados, y sufriendo a su vez quemaduras algunos de ellos, los pasajeros usaron maletas o otros objetos que encontraron por allí como apoyos para poder flotar, en ausencia de chalecos o balsas, o algo parecido. Otro barco que navegaba en las cercanías, el Don Claudio, llegó a la zona una hora más tarde y recogió unos pocos supervivientes. 26, para ser exactos. Nadie dio una llamada de socorro, nadie avisó a las autoridades hasta 8 horas más tarde. De todas formas, tardaron otras 8 horas más en mandar ayuda. 24 de los supervivientes eran pasajeros del Doña Paz. Los otros dos, tripulantes del Vector. Ningún tripulante del Doña Paz sobrevivió. 

En un principio la compañía se remitió a la lista oficial de pasajeros, afirmando que a bordo iban “solamente” 1493 pasajeros y 59 tripulantes. El hecho de que solamente 1 de los primeros 20 cadáveres identificados apareciera en la lista de pasajeros les dejó un poco en calzoncillos. Tardaron 20 años en hacer un cálculo realmente fiable. Una investigación estatal dio, ya en 1999, una cifra que convierte a éste naufragio en el más mortífero en tiempos de paz: 4386 fallecidos entre tripulantes de ambos barcos y pasajeros del Doña Paz. Para hacer una comparación, en el Titanic murieron unas 1500 personas.

La investigación oficial del accidente culpó al Vector, no en vano alcanzó al Doña Paz por la amura de babor, pero parece evidente que ninguno de los dos barcos hizo las cosas bien, y la falta de una cultura de la seguridad en ambas empresas parece más que clara. 

Los accidentes de todo tipo deben servir para aprender, para nunca más cometer los errores que llevaron al desastre. No tengo claro que éste accidente sirviera para ese propósito: en octubre de 1988, menos un año después, se hundió el gemelo del Doña Paz, el Doña Marilyn. Había salido a la mar a pesar de la presencia del tifón Ruby. El abandono del buque fue caótico, y mientras el capitán recomendaba a los pasajeros rezar el rosario, 400 personas perdían la vida. 

No acaba ahí el historial de la empresa Sulpicio Lines. En diciembre de 1990 perdieron otro barco, el Balohana Princess, afortunadamente sin víctimas. 

Pero no tuvieron tanta suerte en septiembre de 1998. En esa ocasión, fue el Princess of the Orient, de la  misma compañía, quien salió a la mar durante el tifón Vicki. Sufrió un corrimiento de carga a causa del gran oleaje y las malas maniobras de lastre. La existencia de estabilizadores en el barco hubiera ayudado a evitarlo, pero llevaban más de un año   fuera de servicio tras un incendio en la sala de máquinas. El barco volcó, quedando parte del pasaje encerrado en el interior del casco y otra parte flotando en el mar. La ayuda llegó 12 horas después. Fallecieron 150 personas. 

Pero no, aún no acaba el historial de la Sulpicio Lines. En junio del 2008 se les hundió un barco más, el Princess of the Stars. Supongo que no os sorprenderá saber que salieron a la mar durante el tifón Frank. Tampoco os sorprenderá saber que la empresa afirmó que a bordo iban 747 personas, y sin embargo las cifras reales dieran un total de 814 muertos y desaparecidos y 56 supervivientes. Pero hay investigadores que incluso consideran que esas cifras son inferiores a las reales.

El año siguiente, 2009, Sulpicio Lines cambió su nombre, pasando a llamarse Philippine Span Asia Carrier Corporation. En 2015, la administración marítima filipina retiró a la compañía la licencia para llevar pasajeros. En la actualidad sigue funcionando. No es una empresa pequeña, cuentan con una veintena de barcos mercantes, cuyos nombres son fáciles de recordar: Span Asia 2, Span Asia 3, Span Asia 25, Span Asia 39... 

En cuanto al Doña Paz, en la actualidad descansa a unos 500 metros de profundidad, y a unos 2200 metros del Vector. En las imágenes obtenidas por el “Petrel”, buque especializado en la búsqueda de buques históricos naufragados, se ven ambos en buen estado.

Y esto es todo por hoy. Suelo acabar mis escritos deseando que nunca jamás vuelva a pasar algo parecido, pero es probable que vuelva a pasar alguna vez, ya que se siguen dando las circunstancias que llevaron a estos desastres.

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